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Los Inu protegen con mucho celo sus tierras y también a aquellos vecinos que los tratan bien, acudiendo siempre con rapidez en su ayuda y luchando con ferocidad en su defensa. Aunque son pequeños y fornidos, los guerreros del Clan Inu son torbellinos de frenética energía y muchos oponentes han retrocedido frente al puro entusiasmo de estos guerreros.

Durante siglos, los Tengu han comerciado con sus habilidades mágicas y marciales con los Clanes rivales de Kagejima, intercambiándolas por otras o vendiéndolas directamente. A veces lo hacen por oro, por ofrendas en sus santuarios o por baratijas brillantes. Otras veces, las peticiones son más inusuales, como susurros amorosos de una mujer bella, el primer llanto de un recién nacido o treinta hebras de azafrán.

Algunos Kitsune no se adaptan a la vida bajo los sombríos árboles de su Clan. Los Kitsunes Oscuros sueñan con un mundo más grande y anhelan ver sus maravillas. Por supuesto, llevan consigo las aptitudes de su Clan para la herbología y la magia, y la mayoría se vale de esos talentos para ganar dinero. Rara vez tienen problemas para encontrar a guerreros dispuestos a pagar sus a veces disparatados honorarios.

Siempre en busca de puntos débiles, los agentes del Imperio del Sol pueden surgir en cualquier parte, aunque descubrirlos y despacharlos cortésmente se ha convertido en un juego para muchos Clanes. No obstante, últimamente han aparecido muchos guerreros diestros de la Corte del Sol que ofrecen sus servicios a quienes estén interesados. Tan feroz es la naturaleza de la política de Kagejima, sobre todo en lo referente al prestigio que concede el Torneo de la Luz de la Luna, que es muy frecuente que encuentren allí a quienes están dispuestos a contratarlos.

Siendo mortal, Onibaba atraía a los rezagados de las batallas y remataba a quienes sobrevivían a sus trampas para vender sus posesiones. Una noche, le quitó la máscara a un sombrío y terrible samurái, y se la puso en la cara. El oscuro poder de la máscara conectó con la purulenta podredumbre de su alma y ya no la soltaría. Pronto, la vieja bruja mortal había desaparecido, reemplazada por un eterno horror devorador que ha acechado desde entonces en aquellos lugares de Kagejima donde hay matanzas.